Desde que tengo uso de razón he visto a mi madre añadir a la comida las conocidísimas pastillas de caldo de Avecrem: que hacía un cocido, Avecrem; que hacía una sopa, Avecrem; que hacía pasta o arroz, Avecrem. Vamos, que menos al yogur y poco más, se lo echaba a todo. Y claro, los niños somos esponjas y, aunque nunca hubo un momento entre nosotras en plan “Ven, hija, que te voy a enseñar a cocinar”, una que es muy observadora se quedó con la copla y, cuando me emancipé a los 21 años una de las primeras cosas que compré fue un paquete de caldo de pollo de Avecrem (quiero recordar que también compré uno de pescado pero es algo que no uso nunca y probablemente se haya ido a la basura en una de las limpiezas periódicas de la despensa, ¿quién sabe?).
Además de la impronta que dejó en mí la cocina de mi madre, quién he de decir que hace la mejor tortilla de patata del mundo (lamentablemente no es un don que haya heredado), cuando ya era algo mayor salió una campaña publicitaria de la susodicha marca con un eslogan de lo más pegadizo, ¿os acordáis del “Cueces o enriqueces?”. Y ahí ya no me quedó ninguna duda de que las pastillitas que le echaba yo a todo cada vez que me ponía delante de un fogón eran, además de la caña, imprescindibles en mis recetas.
Con el tiempo (e internet) una se va haciendo más sabia (vale, internet igual no te hace más sabio siempre, pero bien usado te hace un pelín más listo) y va probando cosas nuevas en la cocina: que si en vez de echar Avecrem voy a probar a cocer el arroz con este caldo de verduras y ¡anda qué rico me ha quedado!; que esta vez en vez de echarle a la carne que voy a guisar una pastillita voy a probar mezclando esta especia y la otra, y una pizquita más de aquella… Y me fui dando cuenta de que, por lo menos para mi gusto, las verduras pegan en todas las recetas que no sean postres (y también en algunas que sí lo son) y me dije a mí misma: “Oye, pues en lugar de caldo de pollo, lo que te viene mejor es caldo de verduras”. Y me dediqué a congelar cada centilitro del caldo de cocinar verduras como si no hubiera un mañana. Y aunque reconozco que es una idea buenísima, le veo un par de inconvenientes que, probablemente tengan que ver como mi forma de vida (léase, soy muy despistada y suele olvidárseme sacar del congelador lo que voy a necesitar al día siguiente, por muy programado que lo tengo. Voy mejorando, palabrita. Gracias, alarmas del móvil):
- Como ya os imaginaréis, el primero es que siempre se me olvida sacarlo del congelador el día antes para que esté líquido a la hora de cocinar. La parte buena de esto es que me puede durar meses en el congelador.
- La segunda es que solía congelar botes grandes (para tema arroz, pasta y cosas así) y a veces no necesitaba tanto líquido y lo acababa desperdiciando.
- Me resulta más práctico utilizarlo al día siguiente para hacer una sopita rápida (probablemente esta razón venga influida por las dos anteriores, sospecho).
Así que, aunque resulta maravilloso reciclar un buen caldo de verduras, no me acaba de ser del todo práctico.
A esto, hay que sumarle toda la información que he ido recabando a lo largo de años sobre las pastillas de caldo en general que hace que no me apetezca mucho incluirlas en mis recetas.
Por todo ello, me vi en la tesitura de tener que encontrar una forma de “enriquecer” mis platos sin añadir sustancias que no quiero en mi vida. Tocó, pues, ponerme a investigar en el mar de conocimiento de Google y, tras perder aproximadamente una semana de vida en la red (es la media que empleo cada vez que hago una búsqueda en Google, con unas trecientas pestañas abiertas a la vez es difícil bajar de ahí… Mente globo, le dicen) conseguí hacer un remix de recetas que tenía buena pinta. Realmente tuve que hacer varias pruebas hasta lograr LA PASTILLA DE CALDO PERFECTA pero llegó y, aunque si hablamos de tiempo total, no es rápida, rápida de hacer, no es tan engorrosa como otras que he visto, especialmente las de pollo: cuece carcasa (no la probé porque, si he de ser sincera, me da grimilla), saca carcasa, añade verduras, quita verduras, reduce, no te pases que se quema, bate, y un largo etcétera.
Otra de las ventajas que le veo a mi versión es que, aunque se guarde en el congelador, está siempre disponible gracias a la cantidad de sal que evita que solidifique. Con lo cual es abrir el bote, coger la cantidad que quieras y ya está. Así de fácil. Para conseguir esto, es importante añadir la cantidad de sal que os indico (200 gr para 1 kg de verduras) ya que, si echáis menos, se congelará. Si no os gusta la idea de tanta sal, podéis añadir menos cantidad sin problema. Pero, en ese caso, os aconsejo que la congeléis en trocitos pequeños (podéis valeros de una cubitera y, una vez congelados, sacarlos y guardarlos todos juntos en un tupper en el congelador). De todas formas, no se nota salado y siempre podéis no añadir sal a la receta que esteis preparando cuando la utilicéis.
Os daréis cuenta de que no os pongo cantidades de cada verdura y el motivo es que podéis utilizar las que queráis para que tenga un sabor que os agrade más. Podéis echarle apio (yo, por ejemplo, no lo suelo añadir porque no me entusiasma su sabor), brócoli, coliflor, calabaza… lo que se os ocurra. De hecho, yo suelo aprovechar las hojas del puerro, de la coliflor, peladuras de calabacín, tallo de brócoli… Así, además, reciclo cosas que, de otra forma, tiraría.
Pues, venga, a la cocina a probar.
Y, por favor, compartidme vuestras opiniones, sugerencias y cualquier cosa que se os ocurra.
¡Gracias por estar!
Una receta que no requiere apenas inversión: puedes utilizar las partes de las verduras que no uses para cocinar (hojas de coliflor, piel de calabacín, la parte verde del puerro...). Además dura un montón y da un toque muy sabroso a tus guisos. Trocea la verdura Pica la cebolla Calienta el aceite en una olla y saltea la cebolla hasta que esté transparente Vierte la verdura y revuelve hasta que empiece a soltar el agua Baja el fuego y tapa hasta que haya consumido de la propia verdura Añade la sal y revuelve Bate hasta que quede una pasta homogénea Envasa en un tarro de cristal limpio y esterilizado Al congelador La cantidad de sal es MUY IMPORTANTE ya que es la que hace que la mezcla se congele o no. Si quieres utilizar menos sal, puedes hacerlo, pero te aconsejo que congeles en cubitos pequeños porque se congelará y no podrás coger la porción que quieras con una cuchara.Pastillas de caldo de verduras caseras
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