¡Aquí una fanática del salmón! En serio, no es normal lo que me gusta a mí esa carnecita anaranjada… Por eso, podéis mi imaginaros mi cara cuando descubrí que hay gente a la que no le gusta… (GIF cara de susto)
Y mira que es una pena porque un alimento tan nutritivo y con tantísimos beneficios debería estar financiado por los gobiernos. Algo así como: «Día del salmón. Porque tu país te quiere» y, por supuesto, de forma semanal.
Y me diréis, «Ya, pero es que tiene mucha grasa» y sí, la tiene, pero hablamos de ácidos grasos Omega 3, es decir, de los buenos, de los que no te atascan las arterias y hacen que la sangre no pueda pasar (GIF La vida es así de sangre constreñida). Podría también citaros estudios que sugieren que este ácido mejora la ansiedad y ayuda a disminuir los efectos de la depresión (por si le queréis echar un vistazo «Omega 3 Fatty Acids in Bipolar Disorder»,Andrew L. Stoll, Arch Gen Psychiatry. 1999;56:407-412. y «Addition of Omega-3 Fatty Acid to Maintenance Medication Treatment for Recurrent Unipolar Depressive Disorder», Boris Nemets, Am. J. Psychiatry159:477-479, March 2002).
Además, todos sabemos que, lamentablemente, los pescados de mar tienen cierta concentración de mercurio, lo que en el salmón no es tan preocupante.
Por otra parte, es un pescado muy versátil: lo puedes comer ahumado (con un poquito de queso crema o con aguacate), al horno, en papillote, a la plancha… ¡Y siempre está rico!
Vamos que podría echar el día contando las bondades del salmón y sus beneficios.
No obstante, tengo una mente abierta y no me gusta juzgar, por lo que comprendo que haya gente que no sienta la misma pasión por el salmón que yo. Pero también soy muy tenaz y no quiero rendirme sin antes presentaros esta receta y, si con esto no os acaba de gustar, claudico, ¡palabrita! Ya os adelanto que más fácil no puede ser. Y si la acompañáis de una ensaladita os hacéis una comida sana, rica y fácil. Ya sabéis: cocina fácil, come bien y siéntete mejor, siempre.
En la receta os doy la versión que yo hago, pero siempre, siempre, siempre, se puede modificar para que se adapte a vuestros gustos o, incluso (porque a todos nos ha pasado), a los ingredientes que tienes en ese momento en casa. Por ejemplo, la receta de la que saqué la idea para esta incluía queso parmesano. No es un ingrediente que suela tener en casa así que, en ese momento la hice con mozzarella rallada (suelo comprarla rallada pero, si lleváis un control minucioso de carbohidratos, podéis comprarla por trozos y rallarla vosotros mismos ya que la que ya viene rallada contiene almidón como aglutinante) y me dio buen resultado. Sin embargo, aunque no me preocupa el consumo de grasas tampoco es algo que vaya persiguiendo y, si puedo llenar mis platos con calorías “menos saturadas”, lo hago. Así que decidí probar sin queso y me gustó el resultado, es cierto que igual no son tan compactas pero, el jamón que las rodea evita que se desparramen.
Por otro lado, yo las preparo al horno pero se podrían hacer perfectamente en a la plancha, seguramente queden más jugositas ya que necesitarán menos tiempo de cocinado (aunque sí más vigilancia). Y, por supuesto, si te apetece empanarlas, ¡adelante! De hecho, si tienes niños reacios a probarlas puede que una forma de “camuflarlas” inicialmente y, según se vayan acostumbrando al sabor, ir reduciendo o quitando el reboce. De cara a “engañarlos” un poquito puede ayudar también presentarlas en pan. Lo que yo hago con mi hija cuando quiero que pruebe un alimento nuevo es preparárselo como si fuera un plato que sé que le gusta: en hamburguesa, en pizza, con pasta o arroz… Suele preguntarme qué es lo que hay en el plato (no se debe fiar de mí jajajaja) y cuando le cuento la reacción suele ser “No me gusta”, lo que hago es decirle que lo pruebe y que, si no le gusta, le preparo otra cosa. En el 99% de los casos no tengo que hacer una tortilla francesa de emergencia. Cuando no pregunta y se lo come, una vez que termina le pregunto si le ha gustado (en este punto ya suelo saber si sí o no) y cuando me contesta que sí, le explico lo que es para que la próxima vez ya sepa que lo ha probado y le ha gustado. Evidentemente, cada niño es un mundo y vosotros sabréis mejor que funciona con vuestros peques. Y en casos extremos siempre queda la alternativa del “ahogamiento”, es decir, ponerle una salsa que le guste, si puede ser casera mejor, aunque esto ya sería una medida desesperada… En el caso del salmón, el queso tipo Philadelphia puede ser una buena alternativa.
Y como sugerencia de combinación, desde mi punto de vista, la espinaca es siempre un acierto. Yo suelo hacer una ensalada tanto en verano como en invierno, aunque a mucha gente la ensalada cuando hace frío no le apetece. En ese caso se puede acompañar con una crema de espinacas (o cualquier otra verdura) o con una tortilla de espinacas. Estas son las alternativas que suelo tener yo pero, por favor, no os cerréis a ellas y probad: puede que algunas veces no sea un acierto total pero, ¿quién te dice que ese fallo no te puede dar una idea para otra cosa? Además, a veces las mezclas que nos pueden parecer una locura total son un descubrimiento genial. Os lo dice una que ayer cenó entrecot de ternera acompañado de mantequilla de cacahuete y saliva sólo de recordarlo. Hacedme caso y cometed locurillas, la vida y, por supuesto la cocina, son más divertidas así.
Y como siempre, ya sabes que estoy deseando leer vuestros comentarios: ¿alguna idea diferente?, ¿cómo hacéis en vuestra casa?, ¿se os ocurren modificaciones interesantes? ¡Lo que sea! Todos tenemos algo que aportar, porque enfocamos las cosas desde puntos de vista diferentes.
¡Gracias por estar!
Cortamos o picamos el salmón en trocitos pequeños Añadimos el huevo, las especias y la sal Mezclamos bien En una bandeja de horno, damos forma a las hamburguesas y las rodeamos de las lonchas de jamón Metemos al horno a 180º unos 20 minutos aproximadamenteHamburguesas de salmón y jamón
Ingredients
Instructions
Nutrition
No Comments